La filosofía del griego Heráclito atisbaba lo que hoy se ha comprobado: todo cambia y todo fluye. A este filósofo se le otorga la autoría de “no se puede entrar dos veces en el mismo río”. Aunque esta oración es una versión de su doctrina, la idea es clara: el cambio es constante en nuestro entorno y en nosotros mismos. Si se está preguntando el porqué de esta lección filosófica exprés, quédese y lo entenderá. Esta mutabilidad constante queda reflejada en todos los ámbitos de nuestra vida, sí, en el mundo empresarial también. Por ello, hoy queremos acercarle al concepto de gestión del cambio.
La gestión del cambio en las empresas: adaptación y actualización
Como advertimos desde el comienzo, el cambio es un proceso intrínseco del entorno y la sociedad. Por ello, ser consciente permite actuar en consecuencia, mejorar la toma de decisiones y anticiparse a los problemas.
Entendemos el concepto de gestión del cambio como una metodología para formular respuestas ante la transformación. Con el fin de mejorar las distintas partes que componen una empresa.
No necesariamente debe existir un problema previo. El cambio puede presentarse como una oportunidad para la organización. Es decir, un modo de adaptarse a las variaciones a través de la actualización de procesos, técnicas, metodologías,…
El fin último es sacar el máximo partido al negocio. Por esta razón, si negamos la evolución probablemente quedemos estancados y obsoletos. Con las nefastas consecuencias que esto conlleva.
Las claves de la gestión del cambio en las organizaciones
En los procesos de gestión del cambio la comunicación es fundamental. Todas las partes de la organización deben conocer lo que sucede dentro de ella y además, ser participes de los cambios.
Por lo tanto, en las organizaciones las iniciativas de cambio pueden surgir desde las distintas partes de la jerarquía. Todos deben tener la oportunidad de proponer mejorar desde su visión personal.
Escuchar las propuestas de los miembros de la compañía será también una manera de romper las barreras jerárquicas y satisfacer a toda la plantilla. Asimismo, si provienen de la alta dirección, y beneficia a los subordinados, será una fuente de motivación para ellos.
Teniendo este punto claro, para realizar una correcta gestión del cambio es necesario seguir cuatro pasos en las organizaciones:
- Plantear el cambio: cuál es el plan de actuación. Es el momento de plantear las distintas ideas y valorar aquellas que se ajusten a lo que queremos lograr.
- Definir: qué queremos conseguir, cómo queremos lograrlo, quién estará implicado. Es el momento de concretar todos los puntos de nuestra estrategia.
- Implementar: en este punto deben desarrollarse las acciones planeadas. De este modo, la organización y sus miembros trabajarán para establecer los cambios.
- Comprobar los resultados: al finalizar la empresa tiene que asegurarse de que los objetivos por los que inició el proceso se están cumpliendo. De lo contrario, habrá que realizar modificaciones de nuevo.
Estos pasos son el esquema de la gestión del cambio en una organización. Sin embargo, como hemos mencionado, el factor más determinante será la comunicación. Sin ella, lo más probable es que el resto de variables no sean efectivas.
Liderazgo como complemento perfecto para el cambio
El líder de una empresa debe ser una persona con una formación académica adecuada a su ámbito de actuación. Pero también con habilidades personales para la gestión de personas, que podría adquirir a través de nuestra Maestría en Dirección y Gestión de Recursos Humanos.
Además, contar con unos estudios especializados en liderazgo y motivación puede aumentar sus posibilidades de éxito.
La figura del líder es aquella que tiene la capacidad de motivar, influir y organizar las actuaciones en las empresas. Y sobre todo, involucrar a las personas de la empresa para que formen parte de las iniciativas.
Por esta razón, el líder debe contar con una buena reputación entre los miembros de la organización. Ofrecer confianza y contar con autoridad para persuadir al resto. Además, debe ser una persona capaz de afrontar los retos con equilibrio personal, sin dejarse llevar por las emociones.
Resistencia al cambio como enemigo
La resistencia al cambio puede venir incentivada por distintos motivos. Por ejemplo, el miedo o la incertidumbre ante una nueva situación. Es decir, el temor a perder lo que ya se ha logrado.
También puede influir un mal análisis de la situación. Pensar que nuestra empresa no necesita cambios o es ajena al entorno puede llevar al fracaso del negocio. Así como la contaminación a través de falsos documentos, mentiras o escondiendo datos.
Sin embargo, estas conductas pueden ser perjudiciales para la empresa. Contar con profesionales capaces de vislumbrar oportunidades y aceptar retos es necesario. De lo contrario, dejaremos de fluir al mismo ritmo que el resto, lo que significa quedarse atrás.
Ahora que ya conoce este proceso, ¿qué cambios cree que necesita su empresa?